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viernes, 5 de noviembre de 2010

Apuntes sobre la tercera guerra mundial.

“Ser libres para pensar te expone a las quejas de los poderosos, y los poderosos, los que tienen poder político, económico, religioso o el que sea, no hay que ser muy avispados para enterarse, casi siempre encuentran la manera de deshacerse de las piedras que les molestan en el zapato”[1]

¿Quién lo hubiese pensado?
El día 4 de noviembre de 2010, en Santiago de Chile, aconteció uno de los hechos sociales más importantes de los últimos 20 años, en lo que a desvelamiento de un conflicto político-económico se refiere. En el marco de las elecciones presidenciales democráticas de la Asociación nacional de futbol profesional (ANFP), se enfrentaron dos bloques totalmente distanciados: por un lado, la actual gerencia de la institución representada, más allá de cualquier suspicacia, como la opción izquierdista con vocación de igualdad y justica social y, por el  otro bando, la posición comercial, derechista, que evocaba la postura de mercado, financiera y con evidentes estrategias instrumentales y privadas. El conflicto social, la lucha de clases estaba, como muy pocas veces se ve en este mundo pacato, evidenciada en el ring político de la democracia.
El futbol, institucionalidad poco relacionada, supuestamente, con las disputas políticas y económicas de determinados estamentos de la sociedad. El futbol, comunidad que de mejor manera  solapaba, hasta hoy, la voluntad de verdad que mueve a las implícitas corporaciones de poder. El futbol, espacio que siempre fue vendido y comprado ingenuamente como lugar de pasiones y sensaciones de entrañas, alejadas rotundamente de los negocios y de las motivaciones instrumentales y fiduciarias, se evidencia hoy, como el espacio de disputa política más nítida, como el espacio de aparición, nos diría Arendt, más transparente en lo que a trifulca política actual se refiere.
Más allá, de la posible posición ingenua de la gerencia que hasta el momento desarrollaba el proyecto de la ANFP, en términos de no prever las reglas del juego neoliberal en las cuales se desarrolla la democracia actual en el mundo, por tanto de no entender que las elecciones no sólo se ganan por buena voluntad y compromiso, lo interesante del evento, es que precisamente en este conflicto se evidencia la esencia real y truncada de nuestra democracia. Esta democracia, avalada por la mayoría de las instituciones actuales, incluidos los bloques y estamentos que constantemente pierden las elecciones y las posiciones de poder, muestra su cara más fría y evidentemente antidemocrática.
En palabras de Arendt, la revelación del agente en el discurso y la acción, la sola presencia e iniciativa como vita activa, que desde la acción espera del hombre lo inesperado, lo improbable, lo nuevo, la creación, hoy no basta. Esta aparición del hombre en la vida pública no basta para desarrollar la democracia que hoy se intenta vivir. Hoy, esta vita activa está evidentemente proporcionada y desplegada por estos grupos de poder económico que, con esa voluntad que no escatima en eliminar las distintas piedras que le molestan en el zapato, se despliega con naturalidad y sin asco alguno. Y claro, el espacio de la aparición de Arendt, lo evidencia claramente, lo único que asegura es la posibilidad infinita de que los hombres se encuentren en ese rectángulo (una cancha de futbol, un ring, etc.) y continúen, en el discurso y la acción, desarrollando sus mudables formas de gobernarse.
No obstante, no parece justo acercar este espacio de emancipación que propone Arendt, en relación a las posibilidades de los hombres para autofabricarse, hacia esta situación unidireccional de hacer política. Hoy, los hombres, pasan a ser El hombre, la representación que nos entrega este formato democrático se individualiza y los hombres se quedan fuera de esta reclamación política de autofabricarse. El hombre, como figura que hoy vemos como grupo de poder económico, es el que en definitiva da el corte a las situaciones sociales y a las pretensiones de participación democrática de la sociedad civil.
El Hombre entonces, con mayúscula, se nos presentaría en este suceso político-económico, como cierto Leviatán que, si bien no ha sido acordado por los hombres del contra social Hobbesiano, es este ser, el que determina el devenir de los anteriores y se queda con los diversos poderes individuales. El hombre, ausente, invisible, vendría a presentarse como esta figura que no aparece, pero que sin embargo está presente en todos los hombres.
El Mercado, como mano invisible que despliega y moviliza la sociedad, se nos mostraría en esta eventualidad, como el nuevo Leviatán, como el poder que, si bien no representa directamente los deseos de esas sociedades anónimas que hoy en día representan a los antiguos clubes sociales y deportivos, se encarna en ellos como si fuera propio.
El Mercado-Estado en definitiva, como espacio que sin vacilar por un momento, elimina del camino a cualquier obstáculo, que se interponga en el camino de la mantención de los actuales marcos de democracia y convivencia.
En fin, el futbol como el lugar de emancipación que, si bien no logró que nada ni nadie nuevo se emancipara, evidenció, como ningún otro lugar político lo hace, el juego calculador y constante de la disputa y exclusión política de nuestra carente y pedante democracia.



[1] Discurso despedida de Harold Mayne-Nicholls. http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2010/11/04

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Apuntes sobre la tercera guerra mundial.

El libro, el cuerpo, sus posibilidades y vigilancias.
Leyendo, más bien hojeando, el Artes y Letras del domingo, encontré una columna que hablaba sobre las garantías de existencia del libro en su formato tradicional.[1] Últimamente, estimulado por la práctica tediosa y continua de la lectura desde la pantalla del computador, he pensado seriamente en los daños físicos de este ejercicio, y de la cuestionable existencia del formato tradicional del libro.
De la variedad de autores que asomaban en el artículo que cité anteriormente,  el cual se presentaba en el contexto de la Feria del libro de Frankfurt, llamada “El incierto futuro del libro”, se hacía referencia a Humberto Eco. Este, más allá de la posibilidad de que con internet y los dispositivos comunicacionales masivos, la lectura se ve estimulada en los sujetos, el autor se detiene en un punto que podría verse de manera más bien irrisoria, pero que sin embargo tiene una importancia real, política y contundentemente común.
“Eco afirma que la internet ha obligado a volver a leer, pero el soporte no puede ser únicamente la pantalla: dos horas leyendo una novela allí y ‘los ojos se convertirían en dos pelotas de tenis’ y concluye: ‘las variaciones en torno al objeto libro no han modificado su función, ni su sintaxis, desde hace más de quinientos años. El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor’”.[2]
La realidad de nuestros cuerpos, la debilidad y vulnerabilidad de estos, no es sino parte del condicionamiento, del obstáculo, para el desarrollo de otros formatos de lecturas, de otras plataformas que podrían excluir al tradicional formato del libro. Esos ojos que se transforman en pelotas de tenis al estar más de dos horas frente a una pantalla, son, de cierta forma, el aliado de la posibilidad de existencia del antiguo formato de lectura.
De esta manera, las posibilidades de nuevas plataformas de lectura, deberían ser estudiadas y elaboradas de acuerdo a ciertas condiciones corporales del ojo, en tanto materialidad lectora. Dicha materialidad, se instalaría como el objeto de estudio deseado para ampliar las posibles formas de presentar un texto. La relación, por tanto, entre el formato texto y su inevitable creador y consumidor corpóreo, se presentaría como uno de los ejes de importancia en este ámbito de estudio.
Cuerpo entonces, como elemento a desplegar, en tanto cierta suspicacia teórica, comercial y publicitaria que comienza a instalar y a divulgar nuevos elementos y dispositivos de consumo que ampliarían los formatos y soportes de lectura. De esta manera, el hecho de preguntarse por el futuro del libro con cierta carga ya preconcebida (ojo con el nombre que se le da a la feria del libro de Frankfurt: “el incierto futuro del libro”), demuestra cierta predisposición a poner en tela de juicio la existencia del tradicional formato del libro, lo cual, nos llevaría inevitablemente a preguntarnos por las motivaciones implícitas de este sentido desplegado por la gran industria mercantil del libro.
¿Tienen, la empresa tecnológica y las grandes editoriales, ciertas pretensiones o intereses por desplegar e instalar ciertos formatos de lectura que se alejen del  tradicional formato libro?, en el marco de una sociedad de las informaciones a nivel global, ¿a que grupos de poder les podría interesar modificar los tradicionales soportes de lectura?
En definitiva, para poder hacer algo mejor, en términos de Eco (“…el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, una vez inventado, no se puede hacer nada mejor”), la simple modificación o cambio del formato libro no bastaría. La desnuda imposición de diferentes y virtuales soportes de lectura no podría lograr un avance significativo (en términos de sus interés de mercado). Para desarrollar un mejor elemento, para poder hacer algo mejor que el clásico libro, habría que, necesariamente, meter mano en el entorno, en las ligaciones de existencia de dicho elemento.
Siguiendo con la lógica de este texto, la única posibilidad que se vislumbra para poder desplegar masivamente la lectura en otros soportes tecnológicos mejores, está implícitamente relacionada con las posibilidades de incluir y controlar las disposiciones vitales de nuestros cuerpos. El ojo, el sujeto y la población consumidora de medios de comunicación masivos, de soportes de lectura masivos, no pueden sino que estar incluidos en esta vorágine de producción y destrucción tecnológica. El ojo en definitiva, como punto de encuentro de políticas gubernamentales y corporativas para el mayor despliegue de soportes de lectura (“extender el mercado, circulación de mayor mercancía, etc.…”) que cooperen a la desmonopolización del clásico y arcaico formato libro.
El cuerpo expuesto.


[1] Diario el Mercurio. Cuerpo E. Domingo 17 de octubre de 2010. Columnista: Patricio Tapia. Pág. 4.
[2] Ibídem. Pág. 4.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Apuntes sobre la tercera guerra mundial.

Una extraña represión implícita.
Recuerdo la idea cosmopolita del Sr. Kant paseándose pomposamente por la mayoría de los textos producidos en el noticiero del horario estelar. En todas las pequeñeces de las mínimas noticias nacionales, está el germen de la emancipación, la idea ilustrada de una sociedad global, una justicia global y una verdad absoluta, impuesta y perteneciente a todos. La imposición implícita de un deber ser.
El mundo no puede ser sino un mundo ilustrado, un mundo moderno, más allá de la posible estadía posmoderna actual. Pienso entonces, con la gestualidad del rostro por el suelo, en esa unidad exteriorizada y coercitiva y asumo, con cierta tristeza y rencor, que la predicción totalizadora Kantiana se cumple.
Ahora, es este universal, esta verdad que recorre implícitamente todos los movimientos mínimos de las distintas instituciones de saber, (digo, educación, periodismo, salud y ciencia entre otras) la que habría que volver a pensar, la que habría que evidenciar en cada  momento, en cada reunión, en cada almuerzo. Pero no la verdad de lo verdadero, en términos de la metafísica y trillada dualidad occidental, no la verdad en frente de la falsedad. Me refiero, a poner el foco en cierta voluntad de verdad que recorre los distintos discursos institucionales, que se cuelan sin filtro alguno, por las distintas editoriales de prensa televisa. Fijarse y debelar la simple práctica de la construcción de la verdad, del saber.
“Pues esta voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión, se apoya en una base institucional: está a la vez reforzada y acompañada por una densa serie de prácticas, como la pedagogía, el sistema de libros, la edición, las bibliotecas, las sociedades de sabios de antaño, los laboratorios actuales. Pero es acompañada también, más profundamente sin duda, por la forma que tiene el saber para ponerse en práctica en una sociedad, en la que es valorado, distribuido, repartido y en cierta forma atribuido.”[1]
¿Dónde se encuentra entonces esta materialidad del discurso verdadero? ¿cuál es la forma que tiene el saber institucional para ponerse en práctica?
En rigor, todas las instituciones tienen sus propias estrategias para distribuir la verdad de la propia institución, lo que se puede decir,  lo que se puede discutir, lo que se puede hacer, por lo tanto, para evidenciar, de pasada, la falsedad de la propia institución, lo enjuiciable, excluido y puesto en duda, en son de la perpetuidad de la total institucionalidad. Las practicas discursivas que llevan a cabo el impulso y la  mantención de la verdad única, son diversas. Sin embargo, más allá de las diferencias en los dispositivos de voluntad de verdad que desarrollan las distintas instituciones, la exclusión, en las distintas esferas y, en particular, en el mundo de los noticieros nacionales, actúa como referente común a todas ellas.
Kant y su sueño cosmopolita, se desmenuza aun siendo unidad y congestiona todos los espacios institucionales de esta habitación llamada mundo. La universalidad,  y el gran proyecto totalitario de nuestro amable hombre ilustrado, se defiende a punta de exclusión, una exclusión inevitable por lo demos, pero una exclusión que toma ribetes estratégicos sumamente quisquillosos.
Y es que no basta puramente con excluir, desde hace un tiempo hasta ahora, los expertos que saben y desconocen a la vez esta voluntad de saber, han desarrollado toda una amalgama de dispositivos de inclusión institucional. La inclusión de los sujetos, se ha transformado en la técnica por antonomasia de esta voluntad de saber y dichos sujetos no hacen sino fomentar y alimentar la propia institucionalidad, la propia voluntad de verdad que, no hay duda, no les pertenece. O sea, el sólo hecho de inclusión (casi amorosa por lo demás, por su extrema identificación anulatoria.) no asegura para nada la participación discursiva de las diferencias. Es más, la presión y coerción de los discursos aceptados  por esta voluntad de verdad, ejerce mayor fuerza sobre la individualidad incluida. Durkheim lo plantea claro, en términos del discurso imperativo como hecho social : “Sin duda, cuando me conformo a él plenamente, esta coacción no se siente o se siente poco, ya que es inútil.”[2]
Kant probablemente siga saliéndose con la suya, puesto que la verdad de la propia voluntad de verdad nunca es escarbada lo profundamente necesario para debelar sus genuinos propósitos. Pues estos, no son sino, puro deseo, pura voluntad de instalarse como verdad, pura ansia irracional de seguir perpetuándose. Y la verdad, aunque duela decirlo, es una humorada, una arbitraria humorada que, sistemáticamente, nos toma demasiado en serio, nos toma y determina demasiado en serio.
“Así, no aparece ante nuestros ojos más que una verdad que sería riqueza, fecundidad, fuerza suave e insidiosamente universal. E ignoramos por el contrario la voluntad de verdad, como prodigiosa maquinaria destinada a excluir.”[3]
En definitiva entonces, ya no importa la verdad, de hecho dejó de existir hace mucho tiempo y lo que apremia ahora, es salir rápidamente a la búsqueda de esa voluntad de verdad, a evidenciar el funcionamiento práctico de esa voluntad, para enrostrarle a ella y al estimado Señor Kant, su imposibilidad de paz y justicia universal, sin cargar indisolublemente con una barbarie y exclusión cosmopolita.




[1] Foucault M. “El orden del discurso”. Fabula Tusquets editores. Argentina 2008. Pág. 22.
[2] Durkheim E. “Las reglas del método sociológico”. Edita Fondo de cultura económica. México 1997. Pág. 39.
[3] Foucault M. “El orden del discurso”. Fabula Tusquets editores. Argentina 2008. Pág. 24.